jueves, 31 de marzo de 2016

"Ser pobre es una mierda": Lección magistral de Roger Senserrich que brindamos a nuestros estudiantes de Trabajo Social

Hace ahora un año leímos el artículo del politólogo Roger Senserrich que tituló así, tal cual, Ser pobre es una mierda. Son muchas las veces que lo hemos recordado por el impacto que nos causó el titular, que nos bajó de un plumazo a tierra. 

Hoy hemos querido rescatarlo porque creemos que es una lección magistral que no podemos dejar pasar de ofrecer a nuestros estudiantes. Es una magnífica reflexión que os invitamos a leer y que, estamos seguras, os dará que pensar y os acompañará -dependiendo de vuestra sensibilidad, por supuesto- durante varios días en la cabeza, si os dedicáis a la profesión de Trabajo Social.

Senserrich nos cuenta en su artículo cómo juzgó a una madre, con sus dos hijos, porque solicitaba ayudas económicas cuando en la casa tenían teléfono, internet y TV por cable y qué pasó cuando se dio cuenta del desacierto... ¡el mediador entre el sistema y los pobres -cuasi delincuentes- estaba sentenciando la amoralidad de sus "clientes"!

"Hace unos años mi trabajo consistía en ayudar a familias con pocos ingresos a rellenar el papeleo para pedir servicios sociales.
En un país normal, donde el Estado no se dedica a juzgar la catadura moral de sus ciudadanos pobres, este es un trámite relativamente sencillo. Hay papeleo, sí, pero la mayoría de servicios como sanidad o acceso a guarderías públicas o bien son o bien aspiran a ser universales. Más allá de demostrar que tienes un pulso y confirmar que no eres un asesino en serie perseguido por la justicia, la Administración tiende a dejarte en paz.
Esto no es así en Estados Unidos. Cualquier persona de pocos ingresos que tenga que pedir alguna clase de ayuda, por desesperada que esté, tiene que rellenar una cantidad francamente deprimente de formularios, a menudo adjuntando una montaña enorme de documentación. Impresos de más de veinte páginas no son en absoluto inusuales, así como largas tardes al teléfono intentando convencer a un aburrido funcionario de servicios sociales de que es poco realista pedirle a un indigente una copia de su carnet de conducir y el teléfono de su casero, por mucho que esa sea una de las preguntas marcadas como obligatorias en la sección 5B.
A efectos prácticos, lo cierto es que me pasé meses de mi vida esencialmente rellenando formularios a cientos de personas de muy mal humor, siempre preguntándoles cosas privadas, embarazosas o directamente insultantes. Dice mucho de la paciencia y buena voluntad de la gente de Nueva Inglaterra que nadie me soltara una bofetada y que solo un par de veces se me liaran a gritos, porque realmente estaba haciéndoles un examen sobre sus vidas. Por muy buena voluntad que le pusiera, sin embargo, el tener que pensar sobre quién cumplía los requisitos para acceder a sanidad, cupones de alimentos y demás día sí día también acababa por hacer que juzgara a estas personas, aunque fuera un poquito. Siempre me contuve, intentando ser educado.
Hasta que un día me pasé de listo.
Era una mañana de junio y estaba en una pequeña ONG en New Haven, en un barrio hispano no demasiado agradable. Dos citas no se habían presentado, y no estaba de muy buen humor. Llevaba un rato sin clientes, aburrido en un despacho desvencijado leyendo artículos sobre trenes en internet. Fue entonces cuando llegó una mujer que no llegaba a la treintena, puertorriqueña, con sus dos hijos pequeños a cuestas, a ver si podía apuntarse al seguro médico y cupones de alimentos.
Un poco irritado, saqué el cuestionario y me puse a hacer toda la horrible batería de preguntas, inquiriendo sobre dónde vivía, dónde trabajaba, cuánto ganaba, cuántos ahorros tenía, qué coche conducía, si tenía historial delictivo, dónde vivía el padre de sus niños, y pidiendo que me detallara su situación familiar. Ser pobre a menudo significa someterse a estas pequeñas humillaciones, tristemente, e intenté ser amable, incluso con dos críos chillones interrumpiéndome en un despacho lleno de cachivaches.
Fue al preguntar sobre sus gastos cuando me pasé de listo. Por una serie de motivos regulatorios obtusos que no vienen a cuento, en la solicitud era necesario detallar cuánto se paga de alquiler, electricidad, calefacción, etcétera, no sea que alguien esté pidiendo ayuda sin pasar suficiente hambre. La factura de teléfono del mes pasado para esta pobre chica era de más de cien dólares, ya que además de teléfono e internet tenían contratada televisión por cable. No era la primera vez que me encontraba a alguien que no llegaba a final de mes con estos gastos, y siempre me callaba. Esta vez, sin embargo, no pude evitar juzgarla y decirle, con bien poco tacto, que quizás harían bien en ahorrar ese dinero en vez de malgastarlo en un lujo innecesario.
Por muy buena cara que la pobre mujer hubiera estado poniendo hasta entonces, esa fue la gota que colmó el vaso. Primero se quedó quieta, mirándome fijamente, frunciendo el ceño. Tras unos segundos de silencio, pidió a sus dos chavales que salieran fuera un ratito, que ya casi estaban. Una vez se fueron los niños, cerró la puerta y rompió a llorar, contándome entre sollozos que sabía que era un lujo, que sabía que era tirar dinero, pero que no podía hacerlo ya que sus hijos la odiarían por ello.
Ser pobre, me contó, es no poder hacer nada, nada en absoluto; es no poder ir a comer fuera, no poder llevar a los niños al cine, no poder comprarles juguetes o llevarlos a la ciudad. Es no poder apuntarlos a actividades extraescolares, porque no podía salir temprano de uno de sus dos trabajos para ir a recogerlos. Desde que recordaba, la palabra que más había repetido a sus hijos era «no». Dejarles sin Spongebob, sin poder hacer nada más que sentarse a mirar la pared cuando estaban en casa era demasiado. Y por supuesto, no era solo por sus hijos. Sin televisión, sin ese pequeño lujo que apenas podía pagar, no se veía capaz de aguantar esos días que volvía del trabajo a las once de la noche, cansada y oliendo a McDonalds, sin perder la cabeza. Ver la novela grabada y fumarse un cigarrillo. Era eso o no poder más.
La había juzgado, obviamente. Había juzgado que ese pequeño lujo, ese gasto innecesario, era una muestra de su falta de disciplina, de la falta de criterio que la había hecho pobre. Tenía dos hijos, estaba sola, fumaba y encima quería ver Dexter en la tele. No era digna.
Lo que no estaba viendo es que esta mujer, aún no llegada a la treintena, tenía dos empleos a tiempo parcial, dos niños llenos de energía y absolutamente nadie que la ayudara. No se había tomado unas vacaciones desde hacía años, y no sabía si temía más el verano porque no sabía dónde iba a meter a sus hijos mientras estaba en el trabajo, o porque le iban a reducir las horas en el curro y no podría pagar el alquiler. Su cansancio no era la clase de agotamiento que se va con una buena noche de sueño. Su cansancio era el de estar muerta de miedo todo el día, de forma constante, sin pausa, harta de que todo el mundo la vea como una fracasada y rota por dentro por la sospecha de que quizás tuvieran razón.
La pobreza es una mierda. Se ha hablado mucho estos días en Estados Unidos sobre si existe una «cultura de la pobreza», sobre si la gente con pocos ingresos lo que necesitan es menos servicios sociales que les rían las gracias y más lecciones sobre fortaleza moral. Ojalá fuera tan sencillo. La realidad es que cualquier persona medio normal que viva bajo los niveles de estrés, angustia y temor de estar cerca de la pobreza no tendrá las más mínimas ganas de que alguien le explique sus errores. Sencillamente estará demasiado agotado para prestarle atención.
Hay un libro sobre este tema absolutamente fascinante, publicado hace unos meses, llamado Scarcity: The New Science of Having Less and How It Defines Our Lives, de Senil Mullainathan y Eldar Shafir. El foco de los autores, su pregunta inicial, es explicar por qué los pobres toman decisiones que a menudo parecen irracionales. Por qué compran alcohol, juegan a la lotería, fuman o tienen televisión por cable. Por qué no ahorran y prefieren comprarse un televisor LED de cincuenta pulgadas a abrir una cuenta de ahorros.
Su conclusión, basada en una cantidad tremenda de evidencia empírica, es que los humanos tenemos un «ancho de banda» limitado a la hora de procesar información y tomar decisiones. Podemos atender unas pocas cosas a la vez, podemos preocuparnos por un número limitado de proyectos, pero llegado un determinado nivel de actividad y problemas que confrontar no damos más de sí. El «ancho de banda» disponible, sin embargo, no depende demasiado de la inteligencia o talento de cada individuo, sino que está fuertemente influenciado por el contexto. Alguien sin preocupaciones inmediatas puede procesar una cantidad considerable de información y tomar decisiones a largo plazo.

Cuando alguien afronta una situación de escasez material inmediata, sin embargo, su capacidad cognitiva se concentra en responder a esa amenaza, a ese riesgo inmediato, dejando de lado cualquier otro problema a afrontar. Alguien en la pobreza tiende a vivir obsesionado por lo inmediato, por el problema que tiene justo ahora mismo al frente. No hace planes sencillamente porque su cerebro no le deja pensar en nada más. Es una respuesta primaria, el cerebro de cazador-recolector obsesionándose con su necesidad imperativa de supervivencia. Y lo es hasta el punto de producir una reducción de la capacidad de razonamiento medible y verificable; un descenso del coeficiente intelectual de quince puntos solo por estar sufriendo ese estrés. Para haceros una idea, es el equivalente a tener que tomar decisiones tras una noche sin dormir.
La experiencia de la pobreza, el día a día de no saber cómo vas a pagar el alquiler, no saber qué vas a hacer con tus hijos, no saber cómo vas a poder alargar los treinta dólares para una compra que te llegue hasta el viernes, es algo increíblemente duro. Es angustioso para los adultos que viven en este mundo, y es aún peor para los hijos que crecen en una familia así, con padres que viven abrumados por este miedo constante. Para un niño crecer en un contexto de estrés tóxico, de inestabilidad familiar, padres agotados, gritos constantes y el temor constante de perderlo todo es extraordinariamente doloroso, especialmente durante la primera infancia. Crecer con algo parecido a estrés postraumático hace que salir de ese pozo sea algo mucho más difícil (las habilidades de aprendizaje se resienten, peores habilidades sociales, falta de modelos), perpetuando aún más el problema.
Cuando hablamos de pobreza, por tanto, nunca podemos olvidar lo extraordinariamente duro que es sufrirla. No estamos hablando de vivir en pisos pequeños, comer mal, no ir al cine o estar en un barrio feo de la ciudad. Estamos hablando de miedo, angustia y temor constantes, a menudo en solitario, sin que nadie se digne a prestarte atención.
Afortunadamente, sabemos cómo reducir la pobreza: el estado de bienestar puede hacerlo, y funciona bien en muchos países. El problema en España es que nuestro estado de bienestar no cumple con su cometido en absoluto. Pero de eso, me temo, hablaremos en otro artículo".


Fuente: Ser pobre es una mierda. Roger Senserich. 
http://www.jotdown.es/2015/03/ser-pobre-es-una-mierda    

sábado, 26 de marzo de 2016

XVI Dictamen del Observatorio Estatal de la Dependencia de la Asociación de Directoras y Gerentes de SS.SS.



 
Invertir en un mejor sistema, que permita apoyar en su vida cotidiana a las personas dependientes, que posibilite conciliar a las familias, que genere empleo e importantes retornos a las arcas públicas, y que esté basado en inequívocos principios de justicia y de solidaridad recíproca, es una de las medidas más inteligentes y demandadas que puede tomar un gobierno actualmente en España (ADGSS, 2016, p. 3)
Hoy hace un mes de la publicación del XVI Dictamen del Observatorio dela Dependencia de la Asociación de Directoras y Gerentes en Servicios Sociales.
El dictamen contiene la información de la gestión del SAAD referida al ciclo político completo del Gobierno presidido por Mariano Rajoy. Recoge la culminación del calendario progresivo de implantación de la Ley 9/2006 que se cerró el 1 de julio de 2015 con el reconocimiento de derecho a atención a todas las personas dependientes sea cual sea su Grado.
Para la Asociación de Directoras y Gerentes de SS.SS., el Sistema de Atención a la Dependencia se encuentra en punto crucial de su desarrollo y consideran que ha llegado el momento de tomar decisiones basadas en las evidencias en la gestión del mismo.
Este dictamen se ha realizado considerando los datos oficiales de la gestión del Sistema de Atención a la Dependencia hasta 31 de diciembre de 2015. 
Para llevar a cabo todo el procedimiento, se ha utilizado una escala de valoración de la implantación y desarrollo de la Ley utilizando las siguientes variables: 
  1. Personas beneficiarias sobre el total de la población potencialmente dependiente
  2. Solicitudes sobre el total de la población potencialmente dependiente
  3. Porcentaje de personas que no obtienen grado sobre el total de personas dictaminadas
  4. Personas con derecho, pendientes de servicio/prestación
  5. Equilibrio servicios/prestaciones económicas
  6. Integración efectiva en la red de servicios sociales básicos
  7. Incremento interanual personas atendidas
  8. Gasto público en dependencia por población potencialmente dependiente.
  9. Incremento o pérdida interanual de expedientes Grado III
  10. Innovación y buenas prácticas
  11. Sistemas de información en tiempo real y Modelo de seguimiento sistematizado
  12. Empleo Generado Sistema Dependencia en la CC.AA.
  13. Ratio de Prestaciones por persona beneficiaria en las CC.AA. como indicio de calidad del sistema.
  14. Ratio de servicios proximidad /prestaciones económicas. Servicios proximidad: SAD/Centros de día/Teleasistencia/Ap.

EVIDENCIAS

1. En España hay más de 1.180.435 personas en situación de dependencia reconocida. Un 2,5% de la población española no puede desarrollar las actividades básicas de la vida diaria sin apoyos de mayor o menor intensidad.
2. El número de personas dependientes reconocidas ha descendido en 100.000 personas desde finales de 2011.
3. Tras nueve años de implantación de la LAPAD, un tercio de las personas dependientes no recibe ninguna prestación o servicio del sistema de atención a la dependencia aun cuando tiene pleno derecho a las mismas.
4.  De las 384.326 personas desatendidas, un 27% son dependientes con Grado III (37.764) o con Grado II (68.509).
5.  Las medidas adoptadas por el último Gobierno frenaron en seco el desarrollo del sistema entre 2011 y principios de 2015. A ello contribuyó decisivamente el Real Decreto ley 20/2013 de 13 de julio cuyo impacto es aún vigente.
6.  En 2015, especialmente a partir de la segunda mitad del año, se vuelven a producir incrementos significativos de personas atendidas, coincidiendo con la entrada al sistema de todos los dependientes con Grado I. Habrá que valorar más adelante si realmente hay un cambio de tendencia.
7. Se mantienen las gravísimas desigualdades entre territorios tanto en cobertura como en modelos de gestión. Es previsible que haya algunas Comunidades Autónomas que no puedan recorrer el camino que les queda sin un cambio drástico de modelo de atenciones y una inyección financiera específica.
8. El Gobierno ha incumplido la Disposición Final séptima de la Ley 36/2011, de 10 de octubre, reguladora de la jurisdicción social, como posibilidad para transferir los asuntos judicializados al orden de lo Social. Las personas dependientes y de sus familias se ven abocadas a reclamar sus derechos en procedimientos contenciosos-administrativos lentos, costosos, farragosos y nada garantistas.
9. En los últimos cuatro años, con una estimación conservadora, el número de personas dependientes fallecidas sin llegar a recibir prestaciones o servicios superó las 125.000. Estas personas no fallecieron por esa causa, pero sí lo hicieron con la expectativa incumplida de recibir atenciones.
10.Sigue sin evaluarse el impacto negativo de género que puede estar teniendo la feminización de los cuidados en la medida en que estos no son resultado de una libre elección, han perdido el apoyo que conllevaban las cotizaciones a la seguridad social y se han convertido en una imposición social y económica.
11.La aportación de los usuarios (copago) se estima en un 20% sobre el total de gasto directo del sistema.
12.El gasto público se distribuye incumpliendo lo previsto en la Ley (50%) debido al modelo de financiación y a las reducidas cuantías del Nivel Mínimo. La Administración General del Estado aporta el 22,6% del gasto público y las comunidades autónomas aportan el 77,4% restante.
13.El recorte acumulado de la AGE en dependencia, tras el RD-ley 20/2012, asciende a 2.865 millones de euros considerando la supresión del nivel acordado, la reducción del nivel mínimo y la supresión de las cotizaciones de cuidadoras familiares. El quebranto para las comunidades autónomas por los recortes en su financiación, a pesar de la rebaja de sus costes, supera los 900 millones de euros desde 2012 a finales de 2015.
14.El SAAD muestra una sorprendente capacidad para la generación de empleo y para la obtención de retornos. En 2015, la ratio de empleos directos por millón de gasto público es de 35, y la tasa de retorno es del 38,3%.
15.Si se atendiera ya a las 384.000 personas en espera –cumpliendo así con la Ley- se generarían más de 90.000 empleos directos ex-novo, y con un incremento del gasto público de 1.631 millones de euros/año (2.643 M€/año de los que se recuperarían 1.012 M€/año). Todo ello sin considerar que el modelo puede mejorarse aún mucho en coste-eficiencia y sin calcular los retornos inducidos.

Evolución de la atención a personas en situación de dependencia 2011-2015

El siguiente gráfico muestra cómo la lista inicial de personas con derecho pero que estaban desatendidas, pasó de 305.941 a finales de 2011 a 157.455 a finales de 2014.  Dicha bajada en la lista de espera no se produjo por un incremento de personas atendidas que permaneció en torno a 750.000 personas.


El incremento de atendidos a finales de 2015 sí resultaría muy significativo, junto con el incremento de personas en espera de atención que proviene de la incorporación de las personas con Grado I en julio de 2015. 

Evolución de personas con derecho a atención y personas atendidas 2008-2015

En el siguiente gráfico se aprecia la relación entre las personas con derecho a atención y las personas efectivamente atendidas por el SAAD. La distancia entre ambas líneas es, en palabras de la Asociación, el gap vergonzante del “limbo de la dependencia” y el sentido de la línea de personas atendidas (ascendente o descendente) denota una primera época de crecimiento, minorado a mediados de 2009 (2ª legislatura de Zapatero), seguida de una segunda época de freno e incluso disminución de personas atendidas que repunta en el último semestre de 2015.
Se aprecia cómo a partir de diciembre de 2011 (iniciándose la legislatura del Gobierno de Mariano Rajoy) se adoptaron dos decisiones que alteraron la tendencia de lógico ascenso que llevaba el sistema. La primera fue la retirada del derecho a atención a los entonces dependientes con Grado I nivel 2 y la aprobación de un primer retraso en la aplicación del calendario mediante el primer Real Decreto-ley de la entonces recién nombrada ministra Ana Mato (Real Decreto-ley 20/2011, de 30 de diciembre). Esta moratoria en el calendario se vería ampliada posteriormente por el Real Decreto-ley 20/2013, de 13 de julio. 



Acceso al informe completo pinchando en la imagen
http://www.directoressociales.com/images/documentos/dictamenes/XVIdictamen/XVI%20DICTAMEN%20del%20OBSERVATORIO.pdf


miércoles, 9 de marzo de 2016

Yo a eso no juego. Estudio sobre Bullying y Ciberbullying en la infancia realizado por Save the Children

YO A ESO NO JUEGO
 Bullying y Ciberbullying en la Infancia
 Save the Children, febrero 2016

Cada año millones de niños y niñas en todo el mundo se convierten en víctimas de una violencia silenciada. En cualquier país, cultura y estrato social, se enfrentan a distintas formas de abuso, de abandono y de explotación. Esta violencia adopta muchas formas y se adapta a muchos contextos. Ocurre en sus casas, escuelas, en las instituciones, en sus comunidades o en medio de una emergencia.
El acoso y el ciberacoso son formas de violencia entre pares en las que tanto víctima como agresor son menores de edad con derecho, en coherencia con la Convención sobre los Derechos del Niño, a ser protegidos.
Para conocer a fondo esta realidad, Save the Children, junto con un grupo de personas expertas, ha realizado un estudio en España "Yo a eso no juego", presentado el 17 de febrero y coordinado por Ana Sastre,  a partir de 21.487 encuestas a estudiantes de entre 12 y 16 años obteniendo datos como los siguientes:
BULLYING
  • La mitad de los encuestados reconoce haber insultado o dicho palabras ofensivas a alguien, y uno de  cada tres ha agredido físicamente a otro menor de edad y un 14,7% lo ha hecho de manera frecuente.
  • El 32,1% de los niños de primer ciclo y segundo de la ESO reconocen haber golpeado, pateado, empujado a otro menor y la mitad ha proferido insultos y palabras ofensivas en las semanas anteriores.
  • Un 9,3% de los estudiantes encuestados considera que ha sufrido acoso tradicional en los dos últimos meses.
  • Seis de cada diez niños reconocen haber sido insultados recientemente y un 22,6% dice que le ocurre de manera habitual.
  • Uno de cada cuatro reconoce haber recibido golpes físicos de otro niño en los meses previos al estudio y el 6,3% lo padece frecuentemente.El insulto es la manifestación más recurrente del acoso.
CIBERACOSO
  • También por las redes sociales, uno de cada tres niños y niñas ha sido insultado por Internet o móvil
  • Un 5,4% de los encuestados reconoce haber acosado a alguien y un 3,3% reconoce ser responsable de  ciberacoso.
  • Hay más acoso entre los más jóvenes.
  • Las chicas salen peor paradas: un 10,6% han sufrido acoso (frente a un 8% de chicos), y un 8,5% ciberacoso (un 5,3% de chicos).
  • Especialmente destacable es que los niños y niñas que han agredido respondieron mayoritariamente no saber por qué ejercían este tipo de violencia sobre sus compañeros.
  • Tanto las víctimas como los que agreden muestran escasa autoestima. 
193.000 MENORES SON VÍCTIMAS DE ACOSO y 63.000 SE DECLARAN COMO ACOSADORES/AS
Según los datos obtenidos en la encuesta, se puede deducir que 193.000 niños en España son víctimas de acoso tradicional o bullying y ciberacoso o cyberbullying, y hasta 44.000 menores estarían padeciendo ambos tipos de violencia  a la vez.
Por otro lado 103.000 menores se declararían como acosadores: 64.000 acosadores a través de bullying y 39.000 acosadores a través de la TIC.

¿POR QUÉ SON ACOSADAS?
Las razones que están detrás del maltrato son confusas. Las víctimas repiten tres razones por las que son acosadas: para ser molestadas, por su aspecto físico o porque les tienen "manía". Es destacable que los niños y niñas que han agredido respondieron mayoritariamente que no sabían por qué ejercían este tipo de violencia sobre sus compañeros y/o compañeras. La segunda causa más declarada en el acoso tradicional es "gastarle una broma" 
 DATOS POR COMUNIDADES AUTÓNOMAS

En cuanto a los resultados por comunidades autónomas, Andalucía (11%), Murcia (11%), Melilla (10,3%) y las Islas Baleares (8,6%) son las que destacan en prevalencia de acoso escolar; son las únicas comunidades autónomas que están por encima de la media nacional (8,1%).
En cuanto a ciberacoso destacan Andalucía, con una incidencia del 9,5%, Melilla (7%), Murcia (6,1%), Baleareas (6%) y Cataluña (5,6%)
En el caso de las víctimas de acoso son dos, Andalucía y Madrid, en las que más chicas que chicos indicaron ser víctimas de esta conducta. 
De la misma manera, mientras que ser chica o chico no parece ser un factor determinante entre los y las que no han sido víctimas, si hay una mayor prevalencia de ciberacoso entre ellas que entre ellos.
Gráfico 1: Proporción de chicos y chicas víctimas o no víctimas de acoso por CCAA y sexo (%)

Gráfico 2: Proporción de chicos y chicas víctimas o no víctimas de ciberacoso por CCAA y sexo (%)


QUÉ HACEN LOS MENORES ANTE EL ACOSO O CIBERACOSO

Ante esta situación, las chicas tienden más a pedir ayuda que los chicos, que tratan de verlo de otra manera o recurren al enfrentamiento. Entre las estrategias para afrontar el acoso que más prevalecen son “solucionar activamente el problema”, “parar la situación” y “pensar diversas soluciones”, también hay quien prefiere no pensar en ello, olvidarlo o dormir más y resignarse.
RETOS
  • El acoso y ciberacoso son violencia, y España carece de un abordaje integral de lucha contra todas las formas de violencia en la infancia, lo que resta eficacia a las medidas que puedan tomarse. Se ha avanzado –la última reforma de la ley de la infancia reconoce como violencia ambos fenómenos- pero, a juicio de los autores del informe, aún falta contundencia pública.
  • Los derechos de los niños y niñas, víctimas y agresores, deben ser garantizados. Hay que tratar el tema con confidencialidad, y la respuesta debe ser educativa y socializadora.
  • La intervención debe asegurar el bienestar de todos los niños y niñas implicados. Debe ser inmediata y con actuaciones dirigidas a víctimas, agresores y al grupo del que forman parte. Así, deben asegurarse medidas de protección y cuidado para la víctima, y que las medidas que se tomen con el agresor estén enfocadas a la restauración de derechos de la víctima y la reeducación y toma de conciencia, y no centradas únicamente en un enfoque punitivo de castigo del agresor.
  • La participación de los niños y niñas es determinante para solventar estas situaciones porque conocen más la situación y su aportación será muy valiosa para establecer mecanismos de prevención, detención y comunicación.
  • Los niños y niñas deben ser educados en un uso responsable de las TRIC, es decir, hay que acompañarles para promover una ciudadanía digital haciéndoles tomar conciencia sobre lo que significa la intimidad, la privacidad y la protección de los derechos y deberes.
  • El trabajo de prevención de la violencia con los niños y niñas es la mejor manera de acabar con otras formas de violencia en la sociedad. La prevención pasa, en primer lugar, por la toma de conciencia de estas formas de violencia entre iguales. Hay que educar a los niños y niñas en la no violencia, en una ciudadanía digital responsable y ética, y en la tolerancia ante la diversidad.
  • Cuando la prevención falla, la detección temprana y eficaz del caso es esencial.
  • La escuela es el principal escenario, pero no el único. Acoso hay en las redes y los barrios, a través del móvil o en las plazas y, en cualquier caso, al involucrar a sus alumnos, las escuelas son fundamentales para luchar contra esta violencia. Hay que aclarar las responsabilidades de docentes y directivos dentro y fuera de la escuela.
  • Es necesario que los centros escolares estén dotados de los profesionales adecuados, con una formación específica y adecuada para llevar a cabo las estrategias de detección e intervención en los casos de acoso y ciberacoso.
  • Una de las claves de éxito de la lucha contra el acoso y el ciberacoso es la implicación de todos los agentes del ámbito educativo, el entorno familiar y los propios niños y niñas. El ámbito sanitario y los servicios sociales también pueden jugar un papel relevante.
  • Es necesario contar con protocolos de actuación dentro de la escuela que establezcan mecanismos claros y conocidos por todos. Estos mecanismos deben incluir la participación de los niños y niñas para la búsqueda de soluciones conjuntas y la coordinación de todos los agentes del ámbito escolar y de otros, como los servicios sociales y de salud, agentes tutores, organizaciones no gubernamentales.
Informe Save The Children "Yo a eso no juego"