sábado, 13 de febrero de 2010

HETAIRA: Nuestra experiencia en lucha por los derechos de las prostitutas


Transcribimos una parte de la ponencia "Hetaira: nuestra experiencia en lucha por los derechos de las prostitutas presentada", presentada por Silvia García, trabajadora social del Colectivo Hetaira de Madrid, en la II Jornada de Trabajo Social organizada por la E.U.T.S. del País Vasco y el Colegio Oficial de Diplomados/as en Trabajo Social de Vitoria. Tuvo lugar el 2 de abril de 2009 y todos los trabajos presentados se reúnen bajo el lema "Hacia una intervención con perspectiva de género".


Hablar de feminismo y prostitución es hablar de dos realidades conflictivas que, en un momento de la historia, encontraron un punto de intersección: a comienzos de la década de los noventa, algunas feministas con la inquietud de discutir algunos temas hasta entonces casi tabúes dentro del movimiento de Madrid, organizaron unas jornadas a las que invitaron a participar a dos prostitutas.

Una de ellas era Carla Corso, del Comité por los Derechos Civiles de las Prostitutas Italianas, y la otra, Purificación Gutiérrez, trabajadora de la zona centro de Madrid que después sería cofundadora de Hetaira. Tras este primer encuentro y durante algunos años, estas mujeres continuaron sus reuniones con prostitutas y transexuales femeninas de nacionalidad española para conocerse y aprender a compartir un mismo lenguaje. Ese tiempo fue decisivo para comprender el mundo de la prostitución -muy apartado de nuestras vidas- y para entender sus preocupaciones.

Las feministas de entonces y las demás cuando nos acercamos por primera vez a este tema, arrastramos ideas interiorizadas, de las que no nos es fácil desprendernos. Se critica a las putas por el hecho de serlo y se promociona la idea de que es el peor oficio que una mujer puede realizar, no sólo por las condiciones en las que se ejerce sino también por lo que significa para las mujeres en general que unas pocas vendan servicios hechos con su cuerpo y, particularmente, a través del sexo.

Mis compañeras más veteranas comenzaron a fraguar la posibilidad de un proyecto, en un tipo de experiencias organizativas más novedosas, -que no tenían que ver con el asistencialismo-, que se estaban fraguando desde los años 80 en países como Estados Unidos y Holanda, organizaciones en las que prostitutas y feministas exigían derechos para quienes trabajan en la industria del sexo.

Optamos por trabajar con el sector de prostitutas olvidado porque eran quienes mayor desprotección encontraban a la hora de ejercer, las más visibles y las más indeseadas, por tanto, quienes mayor apoyo y autoapoyo necesitaban. Conforman el grupo de las “malas mujeres”, las “viciosas”, las que escapan del control de la sexualidad patriarcal, las que no se sienten “objeto” sino “sujeto”; las que tienen varias relaciones sexuales al día, las que cobran dinero por ello, las que inquietan a toda la sociedad. Incluso los sectores feministas abolicionistas de la prostitución, las acusan de “traidoras”. Y éstas fueron las mujeres con quienes quisimos establecer una alianza. Generar lazos de solidaridad entre mujeres es, al fin y al cabo, el espíritu del feminismo.
Hubo un largo camino que recorrer, así nació HETAIRA, un colectivo de mujeres muy heterogéneo (sin excluir la participación de hombres), que nos dedicamos a la defensa de los derechos de las trabajadoras del sexo. Nuestro objetivo principal fue siempre el tener la posibilidad de crear “con” ellas, y “junto” a quiénes deseaban continuar ejerciendo una organización que reivindicase sus derechos y mejorase sus condiciones de vida y su salud física y psíquica. Prostitutas y no prostitutas trabajando en un único proyecto. El nombre de la asociación, HETAIRA, hace referencia a las mujeres que se prostituían en la Antigua Grecia y que gozaban de una gran consideración social, tenían acceso a la cultura, llegando incluso, algunas de ellas, a casarse con altos dirigentes de la polis.

Nuestra sede está ubicada en el centro de Madrid, cerca de una zona de ejercicio de prostitución callejera. Queríamos establecernos en un espacio, un lugar de encuentro, donde poder socializar problemas y buscar soluciones. Nuestra filosofía pasa por no considerar a las prostitutas ni víctimas ni esclavas y esta filosofía ha marcado evidentemente nuestra actuación cotidiana.

¿Cómo trabajamos?
Nuestros planteamientos teóricos se traducen en la praxis en varios objetivos:

• Acabar con el estigma, es decir, la visión tan peyorativa y discriminatoria que tiene la sociedad
en su conjunto hacia ellas. Gail Petherson afirma que “esta estigmatización es el eje fundamental
de la definición misma del trabajo sexual”.1 El estigma significa ser siempre considerada una puta y que toda tu vida se vea reducida a esa categoría y todos sus actos se van a juzgar desde ese prisma.

La estigmatización de las prostitutas es un elemento fundamental de la ideología patriarcal, es un
instrumento de control para que las mujeres nos atengamos a los estrechos límites que, aún hoy,
encorsetan la sexualidad femenina. Las putas representan todo aquello que una mujer “decente” no debe hacer y su criminalización sirve para escarmentar en cabeza ajena.

La estigmatización está íntimamente ligada al concepto de exclusión social, el cual alude a procesos, situaciones y mecanismos bajo los que una parte de la población, personas, grupos o territorios quedan al margen de la participación en los intercambios, prácticas y derechos sociales que constituyen la integración social. La exclusión social implica, en su raíz, una cierta imagen dual de la sociedad, en la que existe un sector integrado y otro excluido, que nos remite a un hipotético orden social en términos de “deber ser”.

[...] uno de los objetivos principales de nuestro trabajo en Hetaira es la lucha contra la estigmatización de las prostitutas, teniendo en cuenta que la interiorización del estigma es uno de los elementos que más dificultan el que las trabajadoras del sexo puedan erigirse como sujetos sociales y dotarse de autoridad para defender sus propios intereses. Quienes no pueden superar la vergüenza y la marca de ser puta negarán a menudo dedicarse al ejercicio de la prostitución. Se espera de ellas el arrepentimiento y la victimización, no el orgullo y la dignidad.

• Apoyo concreto en sus problemas cotidianos, con atención individualizada.

• Promover lazos de solidaridad y apoyo que sirvan para generar embrión organizativo. No es fácil esta tarea, ya que los horarios dispares, la movilidad, la competitividad por el trabajo en las zonas, las diferentes prácticas sexuales que ofertan, las distintas formas de trabajar, la variedad de nacionalidades, la falta de documentación entre las inmigrantes, el no querer identificarse como prostitutas… son escollos difíciles de salvar. Un ejemplo muy claro de solidaridad entre compañeras, ocurre cuando hay grupos de chicas que trabajan juntas y se cuidan fijándose en las matrículas de los coches de los clientes y controlan el tiempo que tardan en volver sus compañeras, por si les pudiera suceder algo.

• Mediación en los conflictos que puedan surgir entre las trabajadoras como entre el vecindario
o la administración. La última acción organizada en la calle, a la que invitamos a vecinos y comerciantes, consistió en un evento que bautizamos como Pasarela Lumi-Fashion (Junio 2008) cuyo irónico lema era: “Moda que levanta... pasión”. Un grupo de trabajadoras del sexo de la calle se convirtieron en modelos de pasarela por un día para reivindicar la convivencia pacífica entre las chicas de la calle, los pequeños comerciantes y el vecindario; y no quedar excluidas ante la idea de un gran grupo inmobiliario de convertir el barrio Universidad en una zona fashion de la ciudad.

• Reforzar su capacidad de negociación para conseguir mayor autonomía y su autoafirmación como mujeres; creemos que es necesario aceptar su decisión, luchar por dignificar el ejercicio de la prostitución y a las propias prostitutas. Reivindicar unas condiciones dignas de trabajo, con derechos como trabajadoras del sexo y que dispongan de instrumentos legales para enfrentarse a los abusos de todo tipo que se dan frecuentemente (clientes, dueños de clubes…).

• Promover la conciencia sobre el reconocimiento de derechos para influir en las políticas que se planteen a nivel institucional, político o legal. Por eso intentamos acudir a todos los foros donde nos invitan y mantenemos debates con público diverso intentando hacer llegar nuestras propuestas, facilitando la comprensión de la realidad social que conocemos y que se cree opinión, al menos,que se cuestione la doble moral establecida.



[...] Por tanto, para favorecer la ruptura de barreras trabajamos desde nuestro local, a pie por la zona centro y con una Unidad Móvil que recorre los diferentes espacios de ejercicio al menos una vez por semana. Con la libertina, nuestra furgoneta, habilitada como un salón rodante, actuamos como un recurso de proximidad integral, ya que por las circunstancias personales y de trabajo, a veces les resulta complicado acercarse a nuestra sede; por ello, realizamos parte de nuestro trabajo in situ. De esta manera intentamos mantener relaciones de continuidad con las trabajadoras del sexo, un contacto personal y en el medio en el que trabajan. Esto nos facilita el conocimiento de las zonas y la intervención caracterizada por el apoyo mutuo. Observamos cómo y en qué condiciones trabajan, las relaciones que se establecen entre compañeras y con lo que las rodea.

Realizamos tareas de apoyo y contención, asesoramos desde diversos ámbitos, fomentamos el debate, escuchamos. Complementario a todo esto, lo que verdaderamente nos define es la relación de “tú a tú”, la posibilidad de que nos demanden lo que necesitan, la relación de retroalimentación, que sólo puede darse si somos compañeras para luchar por los derechos. Y consideramos importante apoyar su autoorganización.


1 comentario:

Cliente X dijo...

Estoy muy de acuerdo con el discurso que maneja Hetaira, sin esta asociación el predominio de los planteamientos abolicionistas en Madrid sería total.