martes, 22 de diciembre de 2009

Richard Sennet y El Artesano


El artesano (Anagrama) es el título del último libro del sociólogo -e hijo de una trabajadora social- Richard Sennet, el primer volumen de una trilogía dedicada, según sus palabras, a la "cultura material". Para este discípulo de Hannah Arendt "hacer es pensar" y la palabra artesanía (craftmanship) designa "un impulso humano, duradero y básico; el deseo de realizar bien una tarea, sin más". Esto supone dedicación para aprender y para desarrollar las habilidades, para crecer como un trabajador competente, un concepto que ha brillado por su ausencia estos los últimos 20 años en los que no se invirtió en los trabajadores, sino que lo que se hacía era comprar lo más barato que había. El resultado, concluye, es que cuando llegó el colapso, "la economía real no tenía ningún tipo de resistencia para enfrentarse a la explosión financiera".

Pero cuando habla de artesanos, Sennett no sólo se refiere al estereotipo del trabajador altamente cualificado de una empresa tecnológica, sino a los conocimientos adquiridos, por más simples o banales que parezcan, que forman la textura misma de la sociedad y de la economía. Uno de los efectos del sistema imperante estas últimas décadas, denuncia, ha sido "la ceguera" ante las habilidades de la gente a la que denominamos como poco cualificada, pero de cuyas capacidades somos "socialmente dependientes".

"Si usted es cuidador en un hospital o trabaja en la limpieza, su ficha laboral le definirá como no cualificado, pero no será cierto. Se trata de gente con muchas habilidades: conocen el hospital, saben a quién llamar cuando hay una emergencia, saben cómo conservar el lugar limpio, incluso detectan si alguien ha empeorado súbitamente y llaman al médico o la enfermera. Hay muchos trabajadores así. Parece muy simple, pero esto se va adquiriendo con tiempo y dedicación y no se valora. La visión neoliberal consistía básicamente en que el trabajo era una serie de tareas sin relación.Las habilidades pueden ser simples, pero las instituciones son complejas. ¿A quién llamar cuando algo se rompe? Eso es artesanado. Olvidarlo es olvidar que la vida tiene una narración, que la competencia en algo es una narración, no sólo para el individuo, sino también para la sociedad".



Richard Sennett apela al pragmatismo: "La idea de experiencia como oficio pone en tela de juicio el tipo de subjetividad que anida en el puro proceso de sentir". Lo que le permite defender, apoyándose en John Dewey, que "el trabajo que se mantiene impregnado de juego es arte". En la palabra juego, en lo que ella contiene de libertad e inspiración en la relación con la materia, está el secreto. Pero es precisamente el secreto prohibido del trabajo alienado, convertido en simple medio para un fin que determinan otros. Es esta humanización del trabajo la que le lleva a decir: "Las capacidades de nuestro cuerpo para dar formas a las cosas físicas son las mismas en que se inspiran nuestras relaciones sociales". Es quizás la mejor síntesis de este libro.

Sennett encuentra también en el pragmatismo la respuesta al problema ético que genera el carácter ambivalente de nuestra relación con la materia: progreso y riesgo, dominación y furia. Hay que introducir la ética en el proceso. El artesano tiene que hacer una pausa y reflexionar sobre lo que está haciendo. La pregunta sobre la finalidad no se puede dejar para después. Y es nuestra imperfección la que nos debe servir para recordar que no todo es posible. La ética siempre es cuestión de límites. De ahí que Sennett escoja a Hefesto como icono: "Cojo, orgulloso de su trabajo, aunque no de sí mismo, representa el tipo más digno de persona a que podemos aspirar".

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