sábado, 26 de diciembre de 2009

Proyecto IZEBA



El Proyecto Izeba se configura como una red de familias o personas (hogares) que aceptan actuar como tíos/as acogedores/as de menores extranjeros no acompañados (MENA) para contribuir a su mejor integración. La función que desempeñan estas familias de referencia y acompañamiento son las propias de un/a tío/a que vive cerca de un/a sobrino/a al que, por ejemplo, por razones de estudio le está tocando vivir lejos de sus padres. Esta iniciativa se pone en marcha y desarrolla mediante un convenio suscrito por el Departamento de Política Social de la Diputación Foral de Gipuzkoa y el centro Baketik de Arantzazu.

Baketik ha publicado en su web un documento que recoge información, recursos y pautas para el desempeño de la función de tíos/as acogedores/as. Las pautas consisten en recomendaciones que conviene tener en cuenta para orientar de la forma más constructiva posible la relación entre las familias voluntarias y los menores a los que queremos acompañar:

1. Entender lo que somos y lo que no somos. No somos los padres biológicos, ni adoptivos de estos niños. Somos familias o personas que queremos acompañar y ayudar a estos menores a integrarse mejor en nuestro entorno social. Adoptamos imaginariamente la figura de tíos/as para situar mejor nuestra función.

2. Asumir lo que podemos y lo que no podemos. Las familias de acompañamiento no somos responsables de «salvar» o «reeducar» a estos menores. Por más que nos gustase no podemos arreglar radicalmente sus vidas. Nosotros/as sólo podemos crear condiciones que contribuyan a su mejor integración es decir que les ayuden a vivir y a convivir mejor.

3. Saber que creamos condiciones mediante la afectividad y la conectividad. Creamos condiciones de dos maneras: hacia dentro, construyendo una relación que elabora, ofrece y recibe afectividad; y hacia fuera, facilitándoles en nuestro entorno el despliegue de relaciones sociales de proximidad, amistad o intereses y aficiones compartidas.

4. Crear condiciones de afectividad: principios y criterios básicos. Crear, construir y sostener, un espacio de afectividad con los MENA implica, al menos, lo siguiente: (1) mirada positiva, (2) constancia y regularidad, (3) comunicación y empatía, (4) apoyo y contención, y (5) amor y límites. De la suma de todo ello puede nacer una relación basada en (6) la confianza.

4.1. Afectividad, en una primera instancia, es ofrecer una mirada positiva, comprensiva y libre de prejuicios. Simplemente esa mirada tiene un poder enorme de oportunidad, integración, crecimiento o cambio y mantenerla durante el tiempo de acompañamiento debe ser un objetivo de los tíos/as.
4.2. La afectividad es regularidad y constancia. Estar ahí pase lo que pase, al menos, una vez a la semana. No es tarea de un día. No debe esperarse que desde el primer momento el afecto y la confianza broten a borbotones. Debe construirse pacientemente y paso a paso con perspectiva de proceso y progresividad.
En concreto, podemos invitar al menor una vez a la semana a comer con la familia o a hacer una excursión. Podemos llamarle periódicamente por teléfono para interesarnos por su situación. No conviene organizar estancias para dormir en casa. Esta posibilidad debe ser el resultado de un proceso que deberá ser consultado con el equipo de apoyo especializado y el centro de acogida.

4.3. La afectividad es comunicación y empatía. Comunicación y empatía se pueden traducir en una única idea: escuchar sin juzgar. Podemos juzgar los hechos pero no a las personas. Si juzgamos a las personas no podemos escuchar, ni dialogar ni comunicarnos. Comunicación y escucha en este caso quiere decir interesarnos profundamente por la historia de estos niños y compartir con ellos la nuestra.
En concreto, podemos interesarnos por su familia, su escuela, sus amigos, su pueblo. Intentar entender su religión y tradiciones sin prejuicios. Intentar sentir su historia como una historia de nuestra propia familia. Y en el mismo nivel compartir con ellos nuestra historia y nuestra vida. Todo ello poco a poco y paso a paso.

4.4. La afectividad es apoyo y contención. La comunicación y la empatía será más propicia si ven en nosotros/as un apoyo fiable y regular. Tenemos que apoyarles y ayudarles sin abrumarles y sin ingenuidades. No debemos olvidar que sus edades rondan la adolescencia y esto añade dificultad. Por eso, tenemos que saber que contenerles también es apoyarles. La contención no es imposición ni prohibición, es acompañamiento, orientación, negociación y, en algunos casos, negación.

En concreto, podemos ayudarles en la resolución de cualquier tipo de problema personal, apoyarles en el aprendizaje del idioma, o en su formación académica, o en la elección de un estudio o profesión. Podemos acompañarles a comprarse ropa, calzado u otra necesidad. Podemos ofrecerles nuestras opiniones y consejos favorables o desfavorables y podemos hacer acompañamiento de sus procesos personales. Ahora bien, todo ello debe hacerse tratando de entender su ritmo y su autonomía, sin agobiarles y sin excesos de paternalismo ni de candidez. Contención al principio es también no dejarles solos en casa, ni darles las llaves, ni dejar tentaciones a su alcance. Todo esto debe ser fruto de un proceso de sentido común.

4.5. La afectividad es amor y límites. El amor es la voluntad de promover al otro en cuanto otro (Nedoncelle). Se trata de transmitir este sentimiento mediante el reconocimiento, la aceptación, la valoración, la expresión de lo que sentimos hacia estos menores. Pero el amor no debe confundirse con una permisividad carente de límites, a veces implica conflicto y dificultad que deben ser afrontadas.

En concreto, podemos expresar a estos nuevos sobrinos nuestro cariño y afecto con la palabra, con la mirada, con una caricia o con un abrazo, con un gesto o con una actitud. En tanto que la afectividad también es límite y aunque no seamos sus padres debemos saber decir «no» cuando debe decirse «no». En estos casos, no dejaremos de ser sus tíos/as ni de quererles. Seguiremos estando ahí, pero les expresaremos claramente nuestro desacuerdo y negociaremos con ellos sus consecuencias. En casos en los que no sepamos como gestionar una situación de dificultad o conflicto podremos consultar con el equipo de apoyo especializado.

4.6. La afectividad es finalmente confianza y gratuidad. Un espacio de afectividad que crece tiende hacia una relación de confianza y gratuidad recíproca. Esa afectividad es dar y confiar sin esperar nada a cambio, y es estar dispuesto a recibir con humildad. La relación entre los MENA y las familias de tíos/as acogedores/as no debe ser material ni económica. La confianza y la gratuidad debe construirse mediante una afectividad que se asienta en la constancia y la regularidad, la comunicación y la empatía, el apoyo y la contención, y el amor y los límites.

En concreto, las familias podemos dar a estos niños todo lo que podamos para sostener ese espacio de afectividad; pero no debe basarse en la recompensa material. No debemos darles dinero, ni comprarles regalos, salvo en circunstancias extraordinarias como cumpleaños, fiestas o similares. Por otra parte, en la medida en que crece la confianza y la gratuidad las familias podrán invitar paso a paso a los menores a estancias breves. Progresivamente, dormir una noche en casa, pasar un fin de semana, o algunos días en vacaciones.

5. Crear condiciones de conectividad: algunas sugerencias. En la filosofía del Proyecto Izeba, tan importante como crear un vínculo de afectividad familiar es que las familias voluntarias puedan servir de cauce y mediación para que los menores puedan desplegar nuevas relaciones en el entorno local de la familia o de residencia de los menores. Algunas sugerencias para desarrollar criterio pueden ser las siguientes:

* Interesarnos por sus aficiones y animarle a involucrarse en actividades deportivas o de ocio de su gusto que se desarrollen en el ámbito local.

* Animarle a introducirse en las fiestas, en las costumbres y en la cultura local mediante la participación o asistencia a actividades.

* Estar en contacto con las entidades locales que fomentan actividades de integración multicultural y aprovechar las oportunidades.

* Si en la familia propia existe algún menor de edad similar podemos tratar de facilitar, con tacto, la relación entre ambos. Sin ninguna duda, un menor adolescente sería el agente de integración natural más potente para otro menor de la misma edad. Sin embargo esto debe hacerse con naturalidad, sin forzar situaciones y sin obviar las dificultades que pueden plantearse.

* Con el mismo cuidado, podemos tratar de buscar el contacto con otros jóvenes de su edad del barrio, de hijos/as de amigos/as, o aprovechando cualquier circunstancia favorable para ello.

Un comentario final. A pesar de todas estas recomendaciones y consejos, a pesar de que pongamos lo mejor de nosotros/as, no podemos olvidar que somos limitados/as, que la tarea es compleja y difícil y que, en definitiva, debemos estar preparados para fracasos puntuales e incluso definitivos. Nuestra peor tentación y nuestra expectativa más destructiva puede ser la de creer que podemos ser «salvadores» de estos niños, que podemos apropiarnos de sus vidas para corregirlas y enderezarlas. Si hiciéramos esto cometeríamos un grave error.

Ya lo hemos dicho, sólo podemos crear condiciones, no podemos controlar los resultados. Dice Vaclav Havel que «la esperanza no es la convicción de que todo saldrá bien sino la seguridad de que tiene sentido lo que hacemos sin preocuparnos de los resultados».

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