domingo, 15 de noviembre de 2009

El sexto sentido en Trabajo Social


Hoy os ofrecemos algunas perlas extraídas de la ponencia "El sexto sentido en Trabajo Social", presentada por Luis A. Barriga Marín en el XI Congreso Estatal de Trabajo Social, celebrado en Zaragoza entre los días 6 y 8 de mayo de 2009. La ponencia tuvo una acogida excepcional entre los más de 1.200 asistentes. Puedes acceder al texto completo en http://www.colegiotstenerife.org/ficheros/File/Congreso-Zaragoza/39_Luis_Barriga.pdf

El Trabajo Social es una profesión de generalistas. Ello no significa, como a veces burdamente proclamamos, saber un poquito de casi todo frente a los especialistas que dicen conocerlo todo sobre algo. La verdadera riqueza y sentido del generalista es que -desde el conocimiento de los distintos lenguajes especializados- es capaz de elaborar explicaciones globales y complejas partiendo de los datos aportados por las diferentes lecturas especializadas. Por lo tanto, el generalista debe ser (podría ser) un especialista de la complejidad.

[...] Se ha producido una confusión entre dos conceptos completamente diferentes: proceso y procedimiento.
Un procedimiento es un camino a recorrer con inicio y con fin -o fines- esperables. Utiliza una lógica simple, lineal, y puede ser encerrado en un protocolo o en un diagrama de flujo. Cuando en cualquier actividad reproducimos constantemente un procedimiento tendemos, por lógica cartesiana, a protocolizarlo. La aparente complejidad de un procedimiento administrativo termina desvelándose simple cuando diagramamos el mismo con sus entradas, sus salidas y sus pasos intermedios y los tiempos previstos. Se trata de una simplificación de lo lineal (o sea, de lo que ya era simple). Aquí sí funcionan los lenguajes de programación.

En cambio, un proceso carece de toda posibilidad de predicción absoluta. Nunca es lineal. Los acontecimientos que forman parte del mismo no se dan en el mismo espacio tridimensional sino que hechos que conforman un mismo proceso pueden darse en espacio/tiempos diferentes. Son además inmanejables, incontrolables, desde un solo operador o desde varios. Un proceso posee acontecimientos y no-acontecimientos que forman parte de lógicas caóticas (ordenadas y desordenadas al tiempo). Esta explicación aparentemente complicada se entiende perfectamente si pensamos en las tareas que llevan a cabo terapeutas, docentes o médicos de familia. Todos ellos tienen una idea básica de proceso; una direccionalidad, (de toma de conciencia del cliente, de aprendizaje del discente o de sanación del paciente), pero cuando cliente, alumno o paciente entran por la puerta del despacho o del aula… nadie puede determinar con exactitud qué va a suceder. Se trabaja con herramientas, con metodología con bases teóricas e incluso con tiempos, pero cada proceso de autoconciencia, de aprendizaje o de sanación es único. Cada persona es única en terapia, cada alumno capta una parte u otra de la información y la procesa de manera diferenciada y cada paciente soporta de una manera u otra una medicación… Por lo tanto se realizan aproximaciones sucesivas a los objetivos marcados inicialmente pero el profesional se ha de adaptar creativamente a cada entorno; a cada sujeto de intervención. Aquí no funciona bien el lenguaje de programación. Los asideros en este caso deben ser la visión estratégica, la experiencia, la aproximación, la interacción con el otro/a y -por qué no decirlo- el ensayo/error.

El Trabajo Social, más que ninguna disciplina tiene que abrazar la incertidumbre de que cada individuo, cada grupo o cada sociedad son irrepetibles y por lo tanto sus afanes, sus respuestas, sus resistencias, sus necesidades, sus fracasos o sus éxitos y, en definitiva, sus devenires son, no solo diferentes sino NUEVOS cada vez. La intervención profesional del Trabajador Social debe acompañar los procesos y provocar una mayéutica bidireccional y constante con el usuario.

[...] Me encanta -siempre lo he dicho y la he utilizado- la diferenciación que dos buenas amigas mías hicieron de dos términos que muchas veces usamos indistintamente sin pensar: profesional y técnico. Para ellas, un profesional no es un técnico. Un profesional no es una persona experta en técnicas (versión tecnócrata de profesional que se nos ha transmitido). Un profesional es una persona experta en comprender situaciones, que mira donde otros han mirado y ve más cosas . El PROFESIONAL indaga, propone, toma decisiones sin exactitud y sin certezas.

A veces necesita la ayuda del técnico o de una u otra técnica, sabiendo que nada es simple y que es necesario saber integrar perspectivas y saberes. Su trabajo es más lento, sus resultados se producen a medio y largo plazo. Sin embargo, el TÉCNICO se caracteriza por tener toda una batería de soluciones aplicables a situaciones predeterminadas. En esto consiste su saber y su valía. Proporciona la seguridad y certeza que da el “saber científico”, pero no sabe actuar en las situaciones no predeterminadas, ni comprende “el caso”. En esencia, el profesional del Trabajo Social abraza la complejidad. El técnico la rechaza o la intenta simplificar subdividiéndola en partes de manera que estas pierden su significado de conjunto.


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