sábado, 26 de septiembre de 2009

Millennium, Stieg Larsson y el abuso de poder sobre personas jurídicamente incapacitadas



Nils Erik Bjurman, abogado, de cincuenta y cinco años de edad, dejó la taza de café y, sin fijarse en nadie en concreto, dirigió la mirada hacia el contínuo río de gente que pasaba ante los ventanales del Café Hedon de Stureplan.

Pensó en Lisbeth Salander. Pensaba a menudo en Lisbeth Salander. Pensar en ella le hizo hervir por dentro.

Lisbeth Salander le había destrozado la vida. Nunca olvidaría ese momento en el que ella asumió el mando y lo humilló. Lo maltrató de una manera que, literalmente, le dejó unas imborrables huellas en el cuerpo [...]

Lisbeth había sido declarada jurídicamente incapacitada por el Tribunal de Primera Instancia de Estocolmo. A él le asignaron la misión de actuar como su administrador, cosa que a ella la puso en una situación de total y absoluta dependencia respecto a él. Desde el mismo instante en el que la conoció empezó a tener fantasias con ella. No sabía explicar por qué, pero Lisbeth le excitaba.

Desde un punto de vista puramente intelectual, el abogado Nils Bjurman sabía que había hecho algo que ni era aceptado socialmente ni era legal. Sabía que no estaba bien. También sabía que, desde un punto d evista jurídico, había actuado de una manera injustificable.

Desde el punto de vista emocional, ese conocimiento intelectual le pesaba bien poco. Desde que la conociera dos años antes, en diciembre, no había podido resistirse ella. Leyes, reglas, moral y responsabilidad carecían por completo de importancia.

Era una chica rara: completamente adulta, pero con un aspecto que hacía que fuera fácil confundirla con una menor de edad. Él tenía el control de su vida; ella era suya, se hallaba a su entera disposición. Todo eso le resultaba irresistible.

La habían declarado incapacitada y su biografía la convertía en una persona a la que nadie creería si se le ocurriese protestar. Tampoco es que él hubiera violado a una inocente niña: su historial dejaba claro que había tenido abundantes experiencias sexuales, incluso que se la podía considerar promiscua. Una asistente social había elaborado un informe en el que se insinuaba que Lisbeth Salander, a la edad de diecisiete años, ofreció servicios sexuales a cambio de dinero. El informe fue motivado por el hecho de que una patrulla de policía observó a un pervertido en compañía de una chica joven en un banco del parque de Tantolunden. Los agentes aparcaron y cachearon a la pareja. La chica se negó a contestar a sus preguntas y el viejo sinvergüenza se hallaba demasiado borracho para ofrecer una información inteligible.

A ojos de Bjurman, la conclusión resultaba evidente: Lisbeth Salander era un aputa y había caído en el peldaño más bajo de la escala social. Y se encontraba a su merced. No conllevaba riesgo alguno. Aunque ella se quejara a la comisión de tutelaje, él -gracias a su credibilidad y a sus méritos- podría tacharla de mentirosa.

Ella era el juguete perfecto: adulta, promiscua, socialmente incompetente y sometida a su voluntad. Fue la primera vez que se aprovechó de uno de sus clientes. Anteriormente ni siquiera había contemplado la posibilidad de intentar nada con alguien con quien mantuviera una relación profesional...

El pasado día 8 de septiembre de 2009, el escritor sueco Stieg Larsson obtuvo, a título póstumo, el V premio a la labor más destacada contra la violencia de género, concedido por el Consejo General del Poder Judicial. Inmaculada Montalbán, presidenta del Observatorio contra la violencia de género del Consejo ha destacado la aportación del escritor, famoso por su trilogía Millenium, "a la visibilización y denuncia de la violencia contra las mujeres, que se sigue perpetuando en las sociedades actuales, también en las más avanzadas; y por poner de manifiesto que no sólo es deseable sino posible la construcción de una sociedad libre de violencia de género por todos sus integrantes, mujeres y hombres".

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