miércoles, 15 de julio de 2009

El primer súper social en Plasencia por iniciativa de una asistenta social

Teresa entra en el Supermercado Social después de haber curioseado detrás de los cristales: "A ver, vivo con mi madre, que cobra una pensión de 525 euros y yo estoy en el paro, pero ya no cobro un puñetero duro, ¿qué es lo que tengo que hacer para comprar aquí?".

Como ella, decenas de personas se han acercado en los últimos diez días a este establecimiento de Plasencia, que alberga el primer supermercado social de España, un lugar donde las personas con dificultades económicas, en paro o no, pueden comprar productos de primera necesidad a precios mucho más baratos que a los que venden los supermercados convencionales.

El establecimiento es un proyecto privado sin ánimo de lucro

Las condiciones: demostrar mediante declaración de la renta, nómina o recibos los ingresos percibidos. No hay un límite de renta preestablecido ni unos criterios rígidos, porque el supermercado social quiere dar amplia cabida a situaciones de exclusión que, saben, son muy variadas. Las cargas familiares o el pago de hipotecas, por ejemplo, son factores que tienen en cuenta.

Los productos que pueden comprarse son de buena calidad y, al contrario de lo que mucha gente piensa, su fecha de caducidad no está cercana. Entre las estanterías, hay, incluso, marcas conocidas de leche, zumos, embutidos o pasta. El alcohol está vetado.

La iniciativa ha sido de Consuelo de Miguel, extremeña de 62 años, asistente social desde hace cuarenta. De momento, no ha recibido ningún tipo de ayuda del Ayuntamiento de Plasencia y está a la espera de una subvención de la Junta de Extremadura, que la apoyó en la parte administrativa del proyecto. Todo lo demás ha corrido a cuenta de Consuelo, que tiene una sólida experiencia en proyectos sociales.

Hay que dar cuenta de los ingresos mediante nómina o recibos

La idea le rondaba en la cabeza desde hacía unos años y se puso manos a la obra para redactar el proyecto. No quería poner en marcha un banco de alimentos ni un lugar donde donar comida: "Yo lo que quiero es que la gente necesitada pueda comprar con dignidad". Consuelo subraya que el supermercado es una iniciativa sin ánimo de lucro, que únicamente pretende conseguir el dinero necesario para ser sostenible.

De momento, se ha puesto en marcha gracias a la colaboración de algunos empresarios que le han vendido comida a precios muy bajos, al dinero que Consuelo ha puesto de su bolsillo y a un crédito que Pilar, trabajadora del establecimiento y estrecha colaboradora de Consuelo, ha pedido a su nombre.

El establecimiento es humilde, pero suficiente para cumplir con su labor. Unos empresarios locales les cedieron gratuitamente el local de casi 1.000 metros cuadrados y del que sólo se aprovecha la parte acondicionada, por el que quizá a partir de ahora Consuelo pague una renta simbólica.

"Quiero que la gente necesitada pueda comprar con dignidad"

Consuelo explica que fue imposible dotar al supermercado del mobiliario habitual: "Un metro de las estanterías donde se colocan los productos lácteos y las frutas costaba 2.000 euros de segunda mano y nosotras no tenemos ese dinero". Con la colaboración de amigos y conocidos, se pulió el suelo, armaron estanterías de metal y pintaron las columnas.

El supermercado está atendido por siete trabajadores. Todos son parados de larga duración y tienen algún tipo de minusvalía. Sus pensiones no dan para vivir y ninguno ha conseguido un trabajo en años. Su salario actual, que Consuelo espera pagar con la ansiada subvención, completará sus pensiones.

"Poca solidaridad"

Consuelo y sus empleados se quejan de la "poca solidaridad" que han encontrado. "He llamado y mandado correos a centros comerciales y empresas, algunos me dicen que dan sus excedentes a bancos de alimentos, pero hay otros que no han hecho nada por colaborar y que luego tiran la comida", se queja.

Hay también quien critica la iniciativa, como Ernesto, un camarero que opina que el súper "hace competencia desleal" a las demás tiendas. "Cómo vamos a hacer competencia si sólo hay productos de primera necesidad y controlamos que la gente que compra sea de verdad necesitada", responde Consuelo.+

Lo atienden siete parados de larga duración y con alguna minusvalía

Lo cierto es que a cada persona que compra se le piden los documentos pertinentes, se rellena una ficha con sus datos y situación, y se le entrega un carné que le servirá para futuras compras.

"Además, si una persona puede permitírselo, va a un supermercado normal donde tiene mucho más donde elegir", remacha. Mediante las fichas, las trabajadoras comprueban la cantidad que cada usuario ha gastado, porque la idea es "que haya para todo el que lo necesite".

Las estanterías estaban llenas el martes 30 de junio, día de la inauguración. Ahora, ya se empiezan a ver huecos, "porque ha tenido mucho éxito", dice Consuelo. "Ha llegado a venir gente de pueblos", cuenta. La filosofía del supermercado es que no se repone hasta que no se gaste el producto. No hay dinero para pagar grandes cantidades a los proveedores y así evitan acumular excedentes. Además, no disponen de cámaras frigoríficas donde acumular productos frescos, tan sólo cuentan con tres neveras donde guardan los congelados (algún pescado, calamares a la romana, sanjacobos...), embutidos y helados "muy baratos, que todos los niños tienen derecho a un helado", apunta Pilar, trabajadora de la tienda.

Benita y su hija se van cargadas con varias bolsas. "¿Como quieren que viva con 375 euros de pensión?", pregunta al aire Benita. Su hija, que antes podía ayudarla, está ahora en paro y sin perspectivas: "Era camarera y siempre salía algo, pero ahora no encuentro nada". Por los pasillos, muchos pensionistas, mucha gente en paro. "Antes, cuando la gente pasaba apuros, las tiendas fiaban, pero ahora eso no pasa porque nadie se fía de nadie", explica Consuelo.

Y una madre acude pidiendo un cartón de leche y galletas para dar el desayuno a sus hijos. Aún no puede pagar, hasta el día siguiente no cobra el paro. "Cómo no le vamos a fiar", dice Pilar. "Casos como estos, todos los días", se lamentan.

Esta noticia apareció en el diario Público el 13 de julio de 2009.


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